El carácter autárquico de la economía del mundo rural y la escasa capacidad adquisitiva de los campesinos no resultaban un gran estímulo para el desarrollo de actividades no agrícolas. Entre los pocos oficios consolidados se encontraban aquellos que usaban la madera como materia prima de trabajo.
Una de las actividades con carta de naturaleza propia era la de los serradores, que cortaban el árbol en el monte con el hacha o tronzador y la procesaban serrándola con una sierra de aire o una sierra portuguesa.
Los carpinteiros (carpinteros) fabricaban aperos agrícolas y todo tipo de mobiliario doméstico, además de elementos constructivos como puertas, ventanas o vigas. Por regla general, dominaban la técnica de otros oficios, como el de cantero o herrero, lo que les permitía, en muchas ocasiones, diversificar su trabajo. Es el caso, por ejemplo, de Lulo de Benino, carpintero-herrero de Bisuyu (Cangas de Narcea) que construía un par de ruedas de carro por jornada de trabajo. En el taller del carpinteiro no faltaba nunca su banco de trabajo ni las herramientas asociadas a su oficio: brosas o hachas, axolas o azuelas, cepillos, garlopas, trinchas o formones, serróis o serruchos, sierras de marquetería, etc.
Las necesidades a cubrir en una casa campesina dieron lugar al desarrollo de otros oficios específicos que contaban con su propio instrumental para trabajar la madera. Es el caso de los cesteiros que disponían de bancos diseñados para cuitelar o cepillar las costelas (tiras de madera con que se confeccionan las cestas), los toneleros o los cuchareros, que trabajaban con tornos adaptados a sus fabricaciones.